Haber aceptado las formas de participación política de la democracia liberal nos ha desorganizado como movimiento revolucionario.
Hemos aceptado organizarnos como un partido político que lucha por el acceso al gobierno para desde allí imponer al pueblo una supuesta solución a los problemas del país. Lo que la argentina necesita es poner en marcha un proceso que anule esa lucha por el poder político como un botín y ponga a todos a trabajar por el bien del país incluyendo a la comunidad toda en el esfuerzo.
Esta grieta que divide a las fuerzas políticas argentinas y no incluye la participación popular en el debate es la clave de su colonización.
Si estamos de acuerdo en las nuevas formas de democracia que propone el peronismo debemos promover una nueva grieta, por un lado, quienes quieren esta nueva democracia que nos puede liberar y los que pretenden sostener una forma de participación que impide el ascenso de la comunidad a la toma de decisiones.
Por eso no se trata de organizarse como fuerza política para ganar las próximas elecciones, sino de organizarse para la toma del poder que debe desplazar a las fosilizadas estructuras de la democracia colonial. Poner en marcha al movimiento nacional significa ir articulando las fuerzas políticas y sociales que estén de acuerdo con la nueva democracia para ir debatiendo las características del nuevo acuerdo fundacional sobre un modelo del país que pueda incluir las aspiraciones y el compromiso activo del conjunto.
Debemos retomar ese camino. No nos sirve tratar de lograr el voto de una comunidad colonizada y manipulada, sino de recuperar la acción movilizada de todos aquellos que pretendan construir una nueva argentina.
La lucha partidaria
Para poner marcha la nueva democracia las fuerzas políticas deben lograr un acuerdo estratégico sobre un Modelo de país. Este modelo debe tener la amplitud suficiente para poder incorporar todas las identidades políticas que se planteen la nueva construcción democrática. Este acuerdo debe sintetizar además un basamento doctrinario claro que pueda ser transparentado al pueblo para permitir sumar a las instituciones sociales en función de conducción del proceso y a la comunidad toda a través de la planificación adecuada que permita la supervisión y el control.
Este proceso de unidad nacional permitirá romper la lógica de enfrentamiento permanente que divide al país en una lucha de partido contra partido, de una idea contra otra idea y que transfunde al resto de la comunidad en un espíritu de todos contra todos. La idea de lograr un acuerdo estratégico es transformar esa lucha destructiva en un diálogo donde todos podemos aportar algo para lograr ese objetivo preelaborado por el conjunto.
El acuerdo que plantea el peronismo supone para las fuerzas políticas una nueva dinámica que la aleja de la imposición ideológica. Debemos aceptar el fin de las ideologías como rectoras de la lucha para poner en marcha un proceso auto determinante donde la identidad será consecuencia de una acción creativa y en desarrollo permanente. Las fuerzas políticas deben sumarse a esa construcción enriqueciendo y profundizando el diálogo común aportando diversas miradas desde sus distintas posturas filosóficas.
Tal fue la última propuesta de Juan Perón en el Modelo Argentino. En su época su propuesta fue inédita y sin referencias en otras partes del mundo, pero hoy los países asiáticos basados en su doctrina neo confunciana emprenden desarrollos similares logrando armonías sociales claras que permiten desarrollos económicos que están dejando atrás a occidente. Una de las más recientes, la de Singapur puede ser una referencia clara para estos procesos “…Extraemos para ello párrafos del trabajo de Manuel de Jesús Rocha-Pino: “Los valores compartidos: una reinterpretación política del confucianismo en Singapur”. (1)
“…A partir de la década de los años ochenta del siglo pasado, el gobierno de Singapur comenzó a elaborar un proyecto de ideología nacional centrado en el rechazo a lo que oficialmente se identificó como “valores occidentales”. “… “La invención de esta ideología nacional aspiraba a constituir un conjunto de pautas de conducta en los ámbitos de la moral y la esfera cívica y el régimen de Singapur la identificó con el concepto de “valores asiáticos”.
“En 1988, el entonces Vice Primer Ministro de Singapur Goh Chok Tong (quien sucedería a Lee Kuan Yew en el cargo como Primer Ministro en 1990) sugirió que debían iniciarse los trabajos para desarrollar la ideología nacional alrededor de la cual se integrarían todos los habitantes del país sin importar etnia o credo. Después de un par de años de debates, en 1991 fue presentado el proyecto sobre la ideología nacional al Parlamento de Singapur para su aprobación: el proyecto oficial tenía el título de Valores Compartidos. El propósito del documento era “consolidar y desarrollar una identidad de Singapur” al adoptar en un proyecto de ideología nacional algunos elementos de la herencia cultural, las actitudes morales y los valores cívicos del país (Gobierno de Singapur 1991, p. 1). Este documento contiene los elementos que, de acuerdo con el discurso oficial, lo hacían compatible con el confucianismo (Kuo 1996, pp. 308-309). Una vez aprobado el proyecto constitucional, el gobierno de Singapur publicó el documento sobre Valores Compartidos resaltando los cinco principios que sustentarían la ideología nacional:
a) la nación debe estar por encima de la comunidad y la sociedad antes del individuo: poner los intereses de la sociedad por delante de lo individual;
b) la familia es la unidad básica de la sociedad;
c) buscar la solución de los problemas a través de consensos y no de imposiciones;
d) promover la armonía y la tolerancia entre las diferentes religiones y etnias;
e) respeto y apoyo de la comunidad al individuo…”
La forma de lograr la armonía social fue adoptar una identidad nacional sostenida sobre estos principios que eran comunes a todas las fuerzas políticas, y compartidos por la Comunidad. Esto desplazó la confrontación de fuerzas hacia una política constructiva que permitió un desarrollo sustentable y que hoy sigue en ascenso permanente.”
La lucha gremial
También las Organizaciones Libres del Pueblo deben participar por la lucha para la construcción de una nueva forma de representación ciudadana. Hoy las organizaciones sociales del país participan de la lucha política integrando las listas de las distintas fuerzas que electoralmente se enfrentan para lograr un puesto legislativo. Ese derecho absolutamente válido e históricamente promovido por el peronismo, no tiene un reflejo en la participación institucional de los distintos gremios que representan a las fuerzas sociales y culturales del país. No importa solamente la presencia personal de representantes obreros en la estructura legislativa, por ejemplo, sino la participación a nivel institucional de sus gremios en las áreas ejecutivas de la nueva democracia.
Esto fue lanzado por el gobierno de Alberto Fernández con la figura de los consejos socioeconómicos, pero quedo demostrado que ninguna de esas propuestas puede funcionar sino se desmantela primero la articulación electoralista de enfrentamiento permanente de las democracias liberales. Solo el acuerdo político sobre un modelo de país y un basamento de principios comunes puede poner en marcha la dinámica auto determinante que puede sostener las instituciones que, como los consejos socioeconómicos, se creen para aumentar la deliberación comunitaria. Se trata de desplazar el eje del poder político hoy puesto en la lucha electoralista hacia una nueva filosofía de la acción que haga descansar la potencia ejecutiva del país en la deliberación y la creatividad comunitaria. De la política electoralista se debe pasar a la política nacional.
La toma del poder y la visibilización del enemigo
Claro que para lograr este momento fundacional se deberá pasar por un proceso de toma del poder donde aflorarán con claridad los enemigos del pueblo que hoy están escondidos detrás de la pátina de la democracia colonial. Haber transformado al peronismo a un partido liberal provocó rebajar el sentido revolucionario de su propuesta mimetizándolo en una misma bandeja con los enemigos de la patria. Hoy la formalidad de esta democracia berreta pone en el mismo nivel a las fuerzas coloniales con las nacionales. Entonces hay que separar la paja del trigo. Una vez que el movimiento nacional se ponga en marcha para la construcción de esta nueva democracia argentina, los enemigos de la nación se harán visibles y surgirá la grieta correcta que hoy se encuentran invisibilizada: seremos patria o seremos colonia.
Estarán en contra sin dudas las fuerzas oligárquicas que explotan al pueblo, los que no creen en las virtudes éticas y morales de los argentinos y que pretenden mantener sus privilegios e intereses particulares.
Estarán en contra los que quieren imponer sus recetas preelaboradas desde distintas vertientes ideológicas: liberales, anarcocapitalistas, progresistas, marxistas dogmáticos y otras yerbas, que querrán mantener sus posturas vanguardistas o de casta política profesional para someter ideológicamente a nuestro pueblo.
Seremos atacados cómo siempre cómo demagógicos, corporativistas y populistas.
Sin embargo, recuperaremos la mística revolucionaria del peronismo y predicaremos en nuestro pueblo la esperanza de construir una nueva comunidad organizada, una nueva democracia que permita un reencuentro nacional para la reconstrucción de nuestra patria. Y con eso nos basta.