La tercera bandera del justicialismo: la soberanía política, representa su principal fundamento político. Tiende a promover la construcción de una nueva institucionalidad democrática que respete la soberanía de los ciudadanos, la soberanía del pueblo y la soberanía de la nación.
La revolución justicialista trae aparejada la puesta en marcha de un nuevo concepto de soberanía política acompañando una evolución acelerada que está transformando raudamente las potencias culturales de las comunidades. Se trata de que el ciudadano se sienta “partícipe” en la creación de las acciones desarrolladas por los gobiernos y su clase política para poder ceder su confianza que es lo único que genera el poder real.
La soberanía política de las democracias liberales tardaron varios siglos en desplazar las antiguas instituciones que sostenían “el derecho divino de los reyes”. Es probable que no tardemos tanto en desarrollar los nuevos conceptos soberanos que irán construyendo las instituciones que desplazarán a la democracia liberal y que sostendrán a las modernas democracias autodeterminantes del futuro, pero sin duda no será un proceso fácil.
La historia del peronismo lo demuestra. Dos veces el Gral. Perón tomó el gobierno e intentó poner en marcha las instituciones políticas que permitirían a sus ciudadanos ejercitar un nuevo derecho humano que se sintetiza cómo “el derecho del hombre a crear su destino”. Ambos intentos fracasaron por el tiempo histórico que debieron transitar. Así como Juan Manuel de Rosas fracasaría por ser un hombre del siglo XX en el siglo XIX, Juan Perón fracasaría porque fué un hombre del siglo XXI en el siglo XX.
Sin embargo como buen patriota revolucionario que era lo intentó y con la compañía de su vanguardia descamisada escribiría una de las páginas anticolonialistas más memorables de nuestra historia. Para ello intentó revertir el electoralismo confrontativo de la democracia liberal que funciona como elemento de disociación política y social, que enfrenta Partido político contra Partido político en una lucha por el acceso al poder, al ciudadano contra el ciudadano detrás de un espíritu meritocrático y materialista y a las instituciones sociales y económicas entre sí defendiendo sus intereses sectoriales.
La nueva soberanía ciudadana
Para romper esta lógica confrontativa Juan Perón convocó a un acuerdo nacional para consensuar un modelo estratégico de país que abarcara a todas las identidades políticas partidarias. Pretendía de esa forma acotar el electoralismo liberal que inunda y enferma a toda la comunidad con ese espíritu de lucha por el poder para acceder al gobierno cómo única salida para resolver los problemas de la nación.
Convocó al ciudadano a participar más allá del voto movilizándose y tomando un compromiso solidario con la nación para lo cual abrió el poder ejecutivo dando lugar en esas áreas de decisiones fundamentales a todas las organizaciones políticas, sociales y económicas de la Nación a través de Consejos socio económicos.
Para unir este esfuerzo colectivo impidiendo la disociación de fuerzas, alentó a sintetizar los principios políticos, éticos y morales que inspiraban ese gran acuerdo nacional para poder ser compartidos con el pueblo y para que sirvan como una tabla de valores para el esfuerzo creativo de toda la comunidad. Sólo el acuerdo sobre un nuevo catecismo político popular podría armonizar el esfuerzo de la enorme diversidad de intereses sociales e individuales que componen una comunidad moderna en marcha.
Su aporte en ese sentido quedó sintetizado en las tres banderas históricas del justicialismo: la justicia social, la independencia económica y la soberanía política. Estos principios más allá de una identidad partidaria pretendían ser el basamento conceptual de la construcción de una nueva nación.
Persuadió además de la necesidad de la planificación de los compromisos asumidos por el conjunto de las fuerzas, para ser compartido con el pueblo y garantizar su seguimiento y control.
Todos estos esfuerzos pretendían el sendero de construcción de un nuevo concepto de soberanía política para que el ciudadano más allá de su voto personal y desde su inserción en la comunidad como obrero, empresario, estudiante, militar o sacerdote, pudiera sentirse construyendo día a día su nación.
Una nueva dirigencia
Además del gran acuerdo fundacional era necesario gestar un nuevo concepto de filosofía de la acción política que permitiera cambiar el rol de los dirigentes políticos para que abandonen el caudillismo de la imposición ideológica y el elitismo vanguardista transformándose en coordinadores o conductores de la nueva democracia argentina.
Perón quería terminar con la dirigencia política que solo pretendía la lucha por el poder y la imposición de sus ideas al conjunto del pueblo. Hoy el pueblo argentino ha rechazado por segunda vez ese estilo dirigencial de hacer política. La “casta” empieza a aparecer cuando pierde conexión con la comunidad que es lo único que le puede dar poder real para resolver los problemas de la Nación.
El sentido de lograr el acuerdo fundacional de los partidos políticos era terminar con la lucha para llegar al gobierno y desde allí imponer su visión al resto de la comunidad. El acuerdo permitiría transformar esa confrontación en un debate constructivo donde cada Partido podría aportar su visión para lograr el objetivo común. El voto ciudadano sería una elección sobre la mejor opción coyuntural para lograr lo deseado por el conjunto.
Para ello Juan Perón alentó a los partidos políticos a que abandonaran rígidas posturas ideológicas y las tradujeran en principios doctrinarios que pudieran enriquecer el proceso de construcción política nacional. Instrumentó también la conformación de un ámbito de participación partidaria a través de la conformación de un Consejo Político para asesorar la función ejecutiva de gobierno que se sumaba a la tradicional gestión y responsabilidad legislativa.
Un nuevo Estado
El peronismo siempre se opuso a la imposición ideológica desde un Estado opresor en manos de una casta política, y sintetizó su visión con el apotegma que rezaba: “debemos poner la política al servicio de la Nación y no la Nación al servicio de la política”. A diferencia de los anarcocapitalistas que lo solucionan reduciendo el Estado a su mínima expresión para entregar el país a los beneficios de las “fuerzas del mercado”, el peronismo propone la “privatización” del Estado para entregarlo a la fuerzas de la comunidad. El peronismo plantea la desaparición del Estado como botín de guerra de las fuerzas políticas partidarias acotando drásticamente la lucha electoralista y transformándola en una acción constructiva nacional.
El gran acuerdo nacional sobre un Modelo de país, y el consenso sobre sus principios comunes también permitiría la profesionalización del Estado, cortando las relaciones de sus cuadros de gestión con el electoralismo partidocrático y abriendo un sendero de construcción estratégica a largo plazo, con la consecuente maduración técnica de sus profesionales administrativos.
El peronismo divide al Estado en Gobierno y Estado propiamente dicho. En el gobierno se agrupan detrás de la figura presidencial elegida por el pueblo, los consejos socio-económicos que integran los gremios de trabajadores y empresarios y el consejo político que deberían integrar todas las fuerzas partidarias. Estos son los ámbitos de creación de los planes de desarrollo de la Nación que con la adecuada planificación se compartirán con el pueblo para su seguimiento y control. Luego, un Estado profesionalizado se encargará de la ejecución técnica de los objetivos trazados en las distintas áreas de gobierno.
La soberanía nacional
El sendero de integración nacional propuesto por el justicialismo comienza por la organización de la acción solidaria de la comunidad escalando en instituciones que den contención al desarrollo creativo de su participación social. Primero será la consolidación de la solidaridad social motorizando gremios de trabajadores, empresarios y comerciantes, para evolucionar luego hacia una solidaridad nacional que sostendrá a los consejos de gremios y fuerzas políticas que interactuarán con los gobiernos en su acción ejecutiva. Pero este proceso de crecimiento solidario no se detiene ahí. Esa maduración colectiva se proyectará hacia nuevos ámbitos en un proceso de integraciones mayores. Por eso el peronismo una vez resuelta la unidad nacional cómo resultado de la consolidación de una solidaridad nacional, promueve la unidad latinoamericana para consolidar una solidaridad continental como paso previo hacia la universalización final.
De esto depende la liberación del colonialismo, de que los pueblos encuentren despejado el camino a el aumento de su cultura social plasmado en nuevas instituciones políticas y sociales.
Estos procesos por supuesto encuentran la resistencia de los países desarrollados que para mantener su esquema de dominio económico actual promueven formas democráticas fosilizadas que impiden la maduración de la solidaridad social, estimulando la meritocracia egoísta. Estas formas democráticas del pasado son defendidas desde un discurso hegemónico que las presentan como la solución a todos los problemas del hombre, pero que en realidad garantizan un ciudadano infantilizado alimentado por una enorme industria del entretenimiento y la manipulación informativa para disociarlo de la realidad.
La verdadera batalla cultural es enfrentar y denunciar a estas democracias coloniales y construir las nuevas democracias que puedan romper estos diques de contención de las solidaridades comunitarias. El acceso al continentalismo como paso previo al universalismo sólo se logrará cuando los pueblos puedan romper la trampa de las democracias liberales que impiden su maduración colectiva.
Ya lo advertía el Juan Perón:
“…Estamos en la aurora de un nuevo renacimiento, pero seríamos muy ingenuos si confiáramos en que tal renacimiento resultará un producto espontáneo de la historia del mundo. Como participamos de una etapa en la cual las determinaciones políticas básicas se dan en el nivel de los pueblos organizados en Estados, la unión que conduzca al universalismo sólo puede provenir de los pueblos mismos antes que de decisiones arbitrarias. La experiencia histórica así lo enseña…” (1)
Hacia un nuevo mundo bipolar
Mucho se habla hoy de un mundo multipolar cómo consecuencia del ascenso de los países asiáticos que crecen en forma asombrosa en su desarrollo económico. Sin embargo si analizamos las características de los intereses políticos expresados en sus acciones en las relaciones internacionales, veremos que más allá de los matices, en realidad lo que existe es una bipolaridad entre un EEUU que junto con los países más desarrollados intentan mantener un modelo democrático hegemónico al servicio de sus planes de dominio mundial y por otro lado a los países del tercer mundo que resisten a ese intento planteando una alternativa superadora. Ya Juan Perón en el Modelo Argentino hace cinco décadas preanunciaba esta circunstancia cuando explicaba:
“…No cabe duda que el Tercer Mundo debería conformarse como una extensa y generosa comunidad organizada. El Modelo Argentino incorpora y sintetiza nuestra “Tercera Posición”, pero no puede dejar de reconocer que “Tercer Mundo” y ” Tercera Posición” no significan lo mismo.
La Tercera Posición es una concepción filosófica y política. No todos los países que integran el “Tercer Mundo” participan necesariamente de ella. Es prudente admitir, en consecuencia, que la fortaleza del Tercer Mundo ha de residir precisamente en la sólida configuración de un movimiento que respete la pluralidad ideológica, siempre que conserve el denominador común de la liberación.”
Para agregar:
“…Desde el punto de vista político, se trata de lograr un nivel aceptable de coincidencias entre todos los países que se hallan fuera de la franja industrial del hemisferio norte, con las inevitables excepciones. Estoy pensando en América Latina, África, Medio Oriente y Asia, sin distinciones ideológicas.” (2)
Estos conceptos hoy encuentran una coincidencia en las pautas que orientan la política exterior de la República Popular China. Así lo expresa Li Guoxing ex embajador de China en Argentina en su libro “La Política Exterior de China” :
“…el establecimiento sucesivo de los lazos de amistad, unidad y cooperación con los países del tercer mundo en vías de desarrollo, forma parte de los puntos elementales de la política exterior de China. Los países del tercer mundo siguen siendo una existencia real y representan la mayoría dentro de los países del mundo. Apoyamos firmemente a que los país en vías de desarrollo sigan el camino de la unión, el auto fortalecimiento y la cooperación Sur-Sur, y reclamamos modificar el irrazonable orden económico internacional a través de las negociaciones globales.
Sin luchar contra la política hegemonista, no se podrá lograr o mantener ni la paz mundial o regional, ni la seguridad nacional de cada país. El hegemonismo a que nos referimos no indica a ningún determinado país, sino a una conducta infractora a las normas mundialmente reconocidas en las relaciones internacionales. China no procura la hegemonía y apoya todas las justas luchas contra el hegemonismo y la política de fuerza.
China desea desarrollar relaciones con todos los países del mundo en base de los cinco principios de respeto mutuo a la soberanía estatal e integridad territorial, no agresión, no intervención en los asuntos internos de otros países, igualdad, beneficio recíproco y coexistencia pacífica. (3)
El camino de una nueva bipolaridad mundial está abierto y en crecimiento. Por un lado los intentos de dominación imperialista de Estados Unidos y la OTAN que desean consolidar su hegemonía mundial y por otro lado los pueblos del tercer mundo hoy liderados por los países asiáticos que luchan por su libertad.
Quizás la enorme responsabilidad del justicialismo, con hondas raíces culturales en el occidente cristiano, sea trazar un puente entre oriente y occidente en esta batalla final por la liberación de los pueblos.
(1) (2) El Modelo Argentino. Juan Perón
(3) LI GUOXING (Ex Embajador de China en Argentina). Revista de Relaciones Internacionales Nro. 2. Instituto de Relaciones Internacionales. Universidad Nacional de La Plata. https://revistas.unlp.edu.ar/RRII-IRI/article/view/2019