La segunda bandera que el peronismo ofrece como parte de un basamento conceptual para poner en marcha la autodeterminación popular es la bandera de la independencia económica. Esta bandera en la actual coyuntura es muy atacada por los enemigos del peronismo que la atan una concepción de Estado interventor en contra de la libertad de los mercados y de la iniciativa privada.
Argentina debe resolver el problema de su subdesarrollo económico fortaleciendo su crecimiento industrial para ampliar su mercado interno y externo, capitalizarse y brindar trabajo a su comunidad. Estos procesos de expansión económica necesitan una etapa de intervención estatal para poder desarrollarse y alcanzar capacidad competitiva. Esta etapa de proteccionismo fue una etapa necesaria en la historia de todas las potencias del mundo. Cuando los enemigos del peronismo hablan en contra del estado interventor lo hacen ocultando que esta etapa de independencia económica es transitoria y necesaria para fortalecer el proceso industrial.
Uno de los más graves problemas del esquema político planteado por Milei es su cipayismo. Es decir, entiende que se puede lograr la recuperación económica del país siendo un satélite de las fuerzas que hoy controlan el mundo occidental.
Si observara la historia mundial especialmente el nacimiento de estas potencias que hoy dominan al mundo y de otras que han logrado romper el colonialismo y generar un desarrollo económico sustentable, podría observar una situación común a todos como fue la necesidad de cerrar sus mercados para lograr el desarrollo de sus respectivos países. Estos procesos de independencia económica le permitieron a EEUU (contra Inglaterra), Inglaterra (contra Flandes), Alemania y Japón poner en marcha procesos de industrialización que una vez alcanzada su potencialidad pudieron brindar bienestar a sus comunidades para abrirse luego al mundo y competir con calidad. (1)
La bandera de la independencia económica del peronismo tiende a esto, lograr un desarrollo industrial y comercial que permita brindar trabajo y bienestar a su comunidad. Como cualquier negocio u empresa para lograr su puesta en marcha hace falta una inversión inicial. Esto requiere de un esfuerzo suplementario que en política se traduce en lograr una fuerza que sustente ese costo. Ningún país del mundo logró pasar esta etapa sin una fuerte decisión política y de intervención estatal.
La crítica antiperonista no solamente oculta esto, sino que pretende demostrar que para el peronismo esa etapa es permanente, dibujando una democracia con un estado interventor tipo dictadura estalinista y en contra de la libre iniciativa privada. Nada más lejos de la realidad.
Patria o colonia
El cipayismo de Milei le impide ver las intencionalidades de sojuzgamiento político y económico de los países desarrollados para lograr colocar sus productos altamente sofisticados y mantener los elevados sueldos de los obreros de sus comunidades lanzadas a un consumo materialista extremo. Tampoco ve la necesidad de los países centrales de garantizar las materias básicas para su desarrollo industrial exterminadas las propias por esa producción descontrolada. Milei cree que los imperios alegremente permitirán el desarrollo independiente de la Argentina. En su mundo de ensueño, en su cielo, no entran las categorías del imperialismo con sus imposiciones ideológicas, económicas y financieras. Así le irá.
Cuando el peronismo llega al gobierno en la década de 1940 debe romper los lazos coloniales que la ataban a ser una economía al servicio de Inglaterra. Eso lleva a la nacionalización de las empresas fundamentales y también el control de su sistema bancario, todo en manos de Inglaterra y algunos de EEUU. A esto se sumó la incorporación al estado de las empresas alemanas luego de la finalización de la guerra.
Sin embargo, estos procesos que rompían los lazos coloniales no implicaban una mirada en contra del libre mercado y la iniciativa privada. Se trataba de romper con el manejo monopólico de los grupos económicos británicos que sojuzgaban al país políticamente. Porque no era un problema solamente económico era un problema político. El peronismo siempre alentó la iniciativa privada y demostró la intencionalidad de privatizar nuevamente esos conglomerados económicos en manos del estado.
“El Estado ha de estar para ayudar a las empresas privadas (…) la industria es una empresa privada, el Estado no tiene ningún interés y tan pronto las empresas estatales, actualmente tomadas en estado de antieconomía puedan ser devueltas a la actividad privada, el Estado tendrá un gran placer en desprenderse de todas esas empresas (…) Nosotros somos gobierno, no industriales.” (Juan Perón, citado en Rougier, 2012,P. 165)
Lamentablemente el país carecía de una clase empresarial preparada para las características fundacionales de esta etapa. Los empresarios argentinos nunca apoyaron el proceso de Independencia económica y se entregaron rápidamente a la oposición cuando en una absurda reacción motorizaron la defensa acérrima a la libre empresa y el estado no interventor, aunque afectara directamente sus propios intereses que crecían algunos de ellos en forma rauda debido a la expansión del mercado interno. Sólo una mirada nacional les hubiera permitido aceptar al proceso de la independencia económica como una etapa inicial que nada tenía que ver con una impugnación a la libre empresa, sino que justamente era una herramienta para que las empresas argentinas pudieran crecer y solidificarse hasta alcanzar la maduración competitiva que les permitiría pasar a una etapa de apertura para poder fortalecer el mercado interno y competir a nivel internacional especialmente en los mercados latinoamericanos.
Tampoco ayudaba la prédica de un nacionalismo fosilizado que acompañó los primeros años del justicialismo al afectar Perón los intereses de su máximo enemigo, Inglaterra.
Cuando comenzó el proceso de desnacionalización y de apertura a capitales extranjeros que sostuvieran el desarrollo económico independiente del país, se opusieron férreamente. La intencionalidad privatizadora de Perón se vería cuando en el año 54 privatiza algunos emprendimientos del Grupo Bemberg y los entrega a cooperativas. Tal el caso de un importante conglomerado agropecuario o la entrega de la cervecería a una cooperativa obrera del gremio de obreros cerveceros. También muchas empresa nacionalizadas gozaban de estructuras mixtas, es decir estatal, privada para que mantuvieran su competitividad y evitaran el aburguesamiento burocrático de un estado no profesionalizado.
El peronismo avanzó logrando una redistribución más justa llegando a nivelar los beneficios entre obreros y empresarios hasta el 50/50. Sin embargo el alto consumo estimulado en el Primer Plan Quinquenal necesitaba profundizarse y evolucionar positivamente generando más riqueza y eso exigía un compromiso de los sectores dirigenciales de la comunidad que estuvo ausente.
Los tiempos históricos de ese incipiente peronismo serían impactados por la aparición del hombre masa que exigiría el desarrollo de un nuevo concepto de soberanía política. La nueva democracia justicialista proponía que la comunidad participara más allá del voto y se comprometiera en la creación y el debate de los problemas del país. En ese sendero Perón exigía que los intereses sectoriales se pusieran en perspectiva con los intereses de la Nación. Se debía acotar un poco en las aspiraciones sectoriales coyunturales para ganar todos en la perspectiva estratégica nacional. Una cosa era defender los intereses de un gremio obrero y otra era defender los intereses de ese gremio en conjunto con los intereses de la nación.
Perón convocaría en el segundo plan quinquenal a su pueblo y a sus organizaciones libres para que tomen el compromiso junto al gobierno para lograr un crecimiento de la productividad del país. Lamentablemente este intento de gestar una solidaridad nacional fracasó ante la miopía de las dirigencias gremiales obreras y empresarias que se enfrascaban en una especie de paritaria ampliada. A eso se sumó la acción de los enemigos de la nación, y la incomprensión de los sectores que son la conducción natural de una comunidad, es decir la clase media. Estos sectores que son responsables del comercio, la industria y la cultura, al no entender el sentido revolucionario de la nueva democracia justicialista se entregaron a la acción colonial de la revolución fusiladora que los transformó en la base civil de un golpe que terminó con una experiencia extraordinaria que hubiera lanzado a la Argentina a la conducción de Hispanoamérica.
La “libertad” libertaria
Otro aspecto interesante de Milei es su concepto de “libertad” en contra de las imposiciones de la “casta”. En realidad el peronismo también intenta terminar con las imposiciones ideológicas de cualquier tipo, las liberales, las marxistas, las anarquistas, la demoprogresistas y ahora las libertarias. Curioso concepto de libertad de Milei que impone una verdad absoluta que proviene de sus ideólogos anarcocapitalistas. Se trata de una nueva vanguardia estalinista que a la usanza de los viejos dogmatismos marxistas, quiere imponer a sangre y fuego “su verdad” absoluta.
El peronismo propone en su nueva democracia un sendero distinto. La nueva democracia peronista no puede imponer un modelo económico. No debe haber imposiciones de ningún tipo. La comunidad debe organizarse para lograr su armonía social y luego comenzar a construir la riqueza que podrá engrandecer la Nación. De ese esfuerzo y compromiso compartido se irá construyendo un nuevo sistema económico que no sabemos qué forma final tendrá. Será la que el esfuerzo argentino decida. Será más que un sistema preelaborado la consecuencia del trabajo y el esfuerzo de las empresas y obreros argentinos.
No sabemos si será un sistema mixto, cooperativo, la socialización de los medios de producción o la economía mileísta. Será lo que el pueblo argentino decida.
Hacia una nueva democracia
El peronismo nunca estuvo en contra de la iniciativa privada. Pero el problema nunca fue el peronismo sino la clase empresaria que no estuvo (ni está hoy) a la altura de las circunstancias para lograr poner en marcha un proceso de desarrollo independiente brindando la armonía social necesaria para sostener cualquier democracia moderna. Ya no es posible poner en marcha un proceso de desarrollo económico explotando sin piedad al pueblo o someterlo a esfuerzos infrahumanos. Los pueblos hoy están esclarecidos y conscientes de su dignidad. La justicia social es un imperativo también de carácter económico.
No se puede resolver un problema económico sin resolver el problema social y ambos aspectos no tienen solución sin resolver el problema político que mantiene dividida a la comunidad argentina.
El país necesita de una clase dirigente a la altura de las circunstancias. Hace falta comprender que para poner en marcha el país hace falta un esfuerzo extraordinario y producir duramente para crear una riqueza que pueda distribuirse de una manera más justa.
Los argentinos deben dejar de ir detrás de los vendedores de sueños y utopías y recuperar una fe en ellos mismos. Sólo este nuevo humanismo en acción podrá recuperar la confianza perdida en el enfrentamiento fratricida del demoliberalismo que promueve una lucha de ideologías políticas contra ideologías políticas, de ciudadanos contra ciudadanos, de instituciones como lobos de otras instituciones.
El camino del diálogo constructivo propuesto por Juan Perón y hoy enarbolado por el Papa Francisco permitirá la recuperación de la confianza comunitaria y provocará la reactivación de nuestro desarrollo económico al poder ofrecer un sendero con perspectivas estratégicas ordenadas en el largo plazo.
Ese es el camino.
FUNDACIÓN VILLA MANUELITA
(1) Para profundizar este tema proponemos el siguiente video sobre el libro: La insubordinación Fundante de Marcelo Gullo. https://www.youtube.com/watch?v=xly0BJr0IyQ