Lograr el acuerdo fundacional para poner en marcha la nueva democracia comunitaria es el objetivo estratégico que puede reorganizar al Movimiento Nacional. Debemos comprender que una resistencia a la locura de Milei sin una alternativa superadora puede llevar a la Argentina a una peruanización de la política, siguiendo un camino de disolución similar al que se avizora en la mayoría de los progresismos latinoamericanos. Sólo la irrupción de una comunidad articulando con sus dirigentes e instituciones sociales y políticas una nueva relación representativa, puede romper la trampa de la fosilización institucional a la cual nos lleva el sistema liberal.
El “¡que se vayan todos!” estalló por segunda vez en nuestro país entronizando al monstruo. Ese rechazo a toda una forma de hacer política -que nos incluye- encontró cómo única alternativa a un personaje que tuvo la única virtud de impugnar a todo sistema político en su conjunto. Al igual que con Macri rápidamente el pueblo está comprendiendo el tamaño descomunal de la estafa que detrás de un discurso estrafalario, típico de una estudiantina delirante, lo que realmente oculta es la entrega del país a los apetitos corporativos oligárquicos nacionales y sus socios extranjeros.
Ante la irritación y resistencia que evidentemente surgirá, el peronismo tiene la oportunidad histórica de replantear su rumbo, aceptando su responsabilidad en la crisis al haber transformado al justicialismo en un partido liberal más y haberlo unido a las derruidas democracias demoliberales que están hundiéndose junto a un occidente sin destino.
Habíamos hablado de la necesidad de un acuerdo fundacional de las fuerzas políticas y sociales de todo el país para poner en marcha una democracia integrada que acote al electoralismo extremo que nos divide. Pero debemos entender que una nueva democracia debe ser congruente con las potencialidades culturales que hoy los pueblos tienen. La base del poder político sigue dependiendo de si el ciudadano se siente representado o no para poder conceder no solamente el voto, sino también su confianza que se verá reflejada en la unidad comunitaria y la armonía social. El fenómeno Milei demuestra una falta de representatividad de las actuales instituciones políticas que están en franca involución gestando un proceso revolucionario que empieza por el rechazo al sistema.
Para revertir el proceso involutivo institucional Juan Perón propuso incluir a nivel de la toma de las grandes decisiones nacionales al pueblo en su conjunto y a sus organizaciones sociales, en un compromiso activo y profundo que exceda largamente la responsabilidad del voto ciudadano. No se trataba de votar a alguien para que se haga cargo de los problemas de la nación, sino elegir la dirigencia que junto con la comunidad pueda encontrar la solución para los problemas.
Quería abrir ámbitos de participación comunitarias para acompañar la acción creativa del Poder ejecutivo y las fuerzas políticas en la creación de los planes de desarrollo que pueden poner en marcha una reconstrucción nacional.
En su última actualización doctrinaria, El Modelo Argentino explicaba que para lograr un puente entre esas dirigencias políticas y el pueblo además de los acuerdos estratégicos sobre un modelo de país debían acordarse los grandes principios motores que lo sostienen para dar comienzo a la dinámica autodeterminante. Los grandes principios del justicialismo son herramientas que se ofrecieron como una base conceptual y que pueden hoy permitir la puesta en marcha de la nueva creatividad comunitaria. Es decir, un proceso que aglutine al conjunto de los participantes que unidos conceptualmente van desarrollando una nueva identidad ideológica en permanente desarrollo. Para eso se necesita que las dirigencias humildemente se bajen de su protagonismo vanguardista y que se entreguen al proceso transparentando su sumisión a los principios comunes que los pueden unir al pueblo. La única forma de avanzar con las nuevas formas de participación democrática es que los dirigentes democraticen su forma de pensar. Solo el compromiso de adhesión a una doctrina común puede vencer el enfrentamiento electoralista de la grieta eterna que nos disocia y divide.
Es evidente en este segundo “¡que se vayan todos!” un rechazo a la actitud vanguardista de un peronismo liberalizado que intentó tapar sus limitaciones y graves problemas sociales con un discurso que se inflamó de consignas progresistas y que terminó transformando esa supuesta mística revolucionaria en el antiguo guitarreo radical. Debemos desarticular a las castas políticas que quieren imponer su visión cerrada para resolver los problemas del país a espaldas de la participación popular. Debemos romper con la imposición ideológica de todo tipo, progresista, marxista, liberal y ahora anarcocapitalista. La reacción que coronó al monstruo fue una reacción contra la imposición de las clases políticas en todo su espectro ideológico.
La convocatoria a construir la nueva democracia empieza por brindar las herramientas para una nueva forma de participación ciudadana. El peronismo debe terminar con la fórmula liberal del “votáme a mí que te voy a resolver los problemas”, mandando al pueblo a la tribuna e incentivando una actitud descomprometida.
Una convocatoria revolucionaria
Se necesita de una comunidad que se sienta con la fortaleza para lanzarse a la aventura de la nueva participación ciudadana y una clase dirigente que se ofrezca no como vanguardia sino como coordinadores o conductores de la acción común.
Para eso se debe primero terminar con el enfrentamiento ideológico que alimenta la grieta destructiva del electoralismo extremo acordando un Modelo de país que tenga la suficiente amplitud doctrinal como para cubrir el abanico ideológico de la mayoría de las fuerzas políticas argentinas, aislando a las fuerzas oligárquicas y entreguistas aliadas con los intereses extranjeros que quieren sojuzgarnos. De esa manera podremos transformar a una democracia colonial sumergida en un enfrentamiento destructivo en una democracia integrada que detrás de un modelo de país acordado previamente, dialogue sobre la mejor forma de lograr lo que todos queremos.
Articularse en términos de construcción de poder político para construir una nueva democracia permitirá además recuperar la mística revolucionaria del peronismo. En los inicios de la revolución Juan Perón convocó desde la Secretaría de Trabajo y Previsión a la construcción de una nueva democracia. No convocó a construir un partido para ganar las elecciones. Convocó a sus trabajadores a la construcción de una nueva argentina, y para demostrar el nivel de convicción de quienes se le acercaban les pedía una movilización activa. Esa mística y convicción fue lo que detonó el 17 de octubre y fue la base real del poder de Perón hasta su muerte. Con esa base de militancia comprometida se lanzó a la transformación profunda del país. Hoy debemos retomar esa convocatoria revolucionaria a construir una nueva democracia. Se trata de poner la política al servicio de la Nación y no la Nación al servicio de la política. El acuerdo fundacional de todas las fuerzas políticas y sociales sobre un modelo estratégico de país, inspirado en principios comunes que puedan ser compartidos con el pueblo, puede ser el punto de partida de una revolución que nos puede liberar.