por Daniel Di Giacinti
La vida de Eva Perón, sus logros, sus triunfos y sus sueños, están asociados al proyecto revolucionario de su esposo Juan Perón. Su vida fue una entrega a sus postulados y se transformó en el ícono emblemático de sus banderas y objetivos fundamentales.
Acompañó los primeros años de nuestra revolución al lado del líder y sobre dos ejes fundamentales elaboró un verdadero torbellino revolucionario que rompería para siempre la soberbia pátina colonial de la oligarquía argentina. Su lucha por recuperar la dignidad del pueblo trabajador y el ejemplo de la solidaridad social cómo fuerza motriz de una nueva Argentina marcarían el sendero para construir una nueva democracia popular.
Eva Perón participó activamente del proceso de dignificación humana propuesto por el peronismo para poner en marcha una nueva democracia popular que pretende convertir al ciudadano espectador y materialista de las democracias liberales en el nuevo ciudadano de la democracia justicialista, solidario, y con un grado de conciencia social que le permita desarrollar el nuevo rol de hacerse creador de su propio destino.
La nueva democracia autodeterminante popular quiere dejar atrás la democracia delineada hoy por políticos profesionales y vanguardias esclarecidas dando lugar al pueblo mismo en la acción ejecutiva del gobierno, brindándole el lugar que le corresponde de acuerdo a sus nuevas potencias culturales.
Esa potencia creativa, esa dimensión humana dignificada construida detrás del lema Perón cumple-Evita dignifica era y es necesaria hoy para lanzarlo a la épica solidaria de construir un nuevo país que extermine para siempre la pobreza endémica y la cosificación humana a la que nos condena el colonialismo neoliberal.
Ese nuevo hombre peronista recuperado en sus derechos esenciales y con una nueva estatura moral y ética que la revolución sintetizó en la figura del descamisado, debe ser convocado a una nueva forma de participación ciudadana donde su movilización y responsabilidad debe exceder largamente el marco de la acción eleccionaria liberal.
Hacia la Comunidad Organizada
La figura de la Comunidad Organizada es sostenida por un gobierno impulsado por la capacidad creativa de los dirigentes políticos, las organizaciones libres del pueblo y la comunidad toda. Para lograrlo, previamente se debe contar con dos aspectos: que el pueblo se sienta con la capacidad de lograrlo y con dirigentes políticos dispuestos a conducirlo.
El pueblo debe vencer la cosificación y el aislamiento social propuesto por el verticalismo liberal, vencer el espíritu egoísta del individualismo y lanzarse a conquistar un derecho humano inédito: el derecho a crear su destino. Este proceso autodeterminante debe incorporar a la creación de los planes de desarrollo de la nueva democracia a todas la fuerzas políticas, a la mayor cantidad de dirigentes populares de gremios de todos tipo y también compartir esos objetivos con el resto del pueblo a través de una planificación que permita compartir el esfuerzo y la esperanza.
Los dirigentes tienen que abandonar sus privilegios y actitudes vedettistas de caudillos liberales, uniéndose a su pueblo y posicionándose como coordinadores, como conductores del proceso.
Toda esta enorme dinámica sólo podrá lograrse conformando previamente una unidad conceptual que permita poner en marcha la autodeterminación armonizando la enorme diversidad e intereses de una comunidad moderna.
Por eso el General Perón convencido de las virtudes de su pueblo las interpretó y gestó una serie de principios y tabla de valores para ver la realidad de una forma común y accionar en consecuencia. Esa unidad de criterios pretende ordenar la capacidad constructiva de la comunidad sin cercenar la creatividad y el libre albedrío, brindando una direccionalidad y una identidad política nacional y anticolonialista.
Esos principios fueron condensados en una Doctrina Nacional que se sintetizaron en las tres banderas históricas del justicialismo: la justicia social, la independencia económica y la soberanía política.
Evita se pondría al frente de esa predicación doctrinaria. Marcaría con claridad los polos de esa lucha moral y atacaría a los vicios oligárquicos elevando las virtudes populares como basamento de una nueva ética revolucionaria.
El camino de la solidaridad
El sentimiento solidario enarbolado por Evita desde la Fundación tenía un propósito más allá de la ayuda social. Había que vencer el espíritu individualista que sostenía a las fosilizadas instituciones del liberalismo y la solidaridad sería el espíritu impulsor de una nueva forma de construcción política. Una solidaridad social de los trabajadores entre sí impulsaría la creación y consolidación de sus gremios. De esa solidaridad social se debía pasar a una solidaridad nacional para involucrar a todos los gremios de la nación (obreros, empresarios, comerciantes etc.), y luego proyectarse hacia una solidaridad continental acompañando los procesos de dignificación de los pueblos hermanos de latinoamérica y marchar entonces unidos hacia el universalismo.
El camino de la solidaridad es la forma de transformar al debate estéril y especulativo de intereses individuales y sectoriales en una fuerza moral inagotable que alimenta un nuevo diálogo constructivo comunitario.
Hacia el universalismo
La solidaridad ejemplificada en la heroica vida de Evita no se detiene en la solidaridad social, debemos encontrar las nuevas formas de participación que la transformen en una solidaridad nacional y continental para llevarnos al encuentro del resto de los pueblos del mundo. Aceptar el sentido revolucionario que Eva nos marcara en sus clases dictadas junto a su esposo en la Escuela Superior Peronista y luego condensadas en el libro La historia del peronismo nos dará esa perspectiva universal necesaria.
Eso quizás nos permita desde occidente y con un basamento cristiano, sumarnos a la inédita experiencia de los países asiáticos, que basados en otras raíces culturales han desarrollado formas doctrinarias que gestaron nuevas democracias integradas que intentan revertir la involución del globalismo occidental que está llevando al mundo a un cataclismo sin precedentes.
El sendero de Eva Perón
Recuperar el sentido revolucionario del peronismo es el mejor homenaje que el peronismo puede hacer a Eva Perón.
Todo lo que Eva construyó y predicó, ese nuevo hombre dignificado y solidario que gestaron esos primeros años de felicidad popular no sirven en el esquema actual de participación política liberal.
La dignificación social que generó sobre el pueblo argentino no era para transformarnos en los ciudadanos insolidarios y meritocráticos que nos proponen los demócratas coloniales. El sentido de la solidaridad social evidenciada en todas sus obras no pueden reducirse a gestar instituciones que sólo defienden derechos individualistas e intereses sectoriales.
No es un problema de buenas intenciones o de “programas revolucionarios”. La liberación de nuestra patria depende de poder revertir la mecánica de participación política de una democracia acotada, que impide el crecimiento de la cultura social del pueblo.
La memoria y la obra de Eva Perón nos impulsa a gestar las nuevas instituciones que permitan dar rienda suelta a la dignificación y solidaridad popular que ella promovió.
Su ejemplo debe ser el motor de la organización popular que debe vencer la intención de la democracia colonial que intenta reducirnos a una masa infantilizada manipulable y disociada.
La gesta de Eva Perón junto a sus vanguardias descamisadas nos muestran el camino para realizar la revolución que Juan Perón nos legara. Ellos nos esperan en un futuro de liberación.