El 24 de marzo de 1976 la dictadura militar ante el vacío de poder del movimiento nacional provocado por la muerte de Juan Perón logra terminar con el último intento de construir una verdadera democracia popular y nacional llevada adelante por su tercer gobierno. Un ánimo de venganza criminal se derramó sobre el pueblo argentino como castigo por la victoria popular que había significado el retorno de Perón a la argentina luego de 18 años de heroica resistencia. El terrorismo político implementado contra el peronismo desde los años 50 alcanzaría su máxima expresión en esta Dictadura militar que con un terrorismo de Estado abierto promovería el golpe, encarcelando a la Presidente en ejercicio y que provocaría la desaparición y muerte de 30.000 personas.
Hoy ante la barbarie expuesta de una experiencia genocida que cometió las más grandes aberraciones, todas las fuerzas políticas e instituciones que participaron de ese proceso represivo contra el peronismo que duró más de 20 años y que terminó en esa cruel Dictadura Militar, buscan despegarse de cualquier forma.
Parece que la locura criminal de Videla y sus secuaces fueran producto de un cruel accidente de la historia, pero si miramos sus discursos políticos y sus acciones económicas veremos una continuidad con las acciones de la mayoría de las fuerzas políticas argentinas y de las instituciones de la república (Iglesia, Ejército, Justicia, Partidos Políticos) que desde 1950 a 1973 participaron de la oposición, la proscripción, la persecución y el terrorismo político contra el peronismo en todas sus variantes: la dictadura nacionalista de Lonardi, la dictadura gorila de Aramburu-Rojas, las democracias proscriptivas de Frondizi e Illia, y la dictaduras de Onganía, Levingston y Lanusse; todos son responsables de terrorismo, proscripción, asesinatos, encarcelamientos y tortura de miles de dirigentes y militantes peronistas.
Hoy una ola de cinismo parece expandirse peligrosamente en nuestra Comunidad de la mano de protagonistas expresos de todos esos años que intentan descargar todas las culpas sobre la dictadura criminal de 1976 ocultando su participación sobre el terrorismo implementado contra el peronismo durante décadas. La memoria de nuestros mártires nos obliga a intentar poner las cosas en claro.
La Iglesia Argentina ha desarrollado una investigación en su obra “La verdad los hará libres” tratando de analizar su participación en ese proceso de violencia que aparentemente para ellos empieza con la dictadura de Onganía. Si realmente quiere realizar un aporte constructivo a la comunidad deberían revisar sus acciones contra el peronismo desde 1953 en adelante. Algunos sectores de la Iglesia Argentina deben comprender que los objetivos trazados claramente por el Papa Francisco no pueden desarrollarse en el modelo de democracia alfonsinista que en el fondo apoyan. Sólo el desarrollo de una nueva forma de participación ciudadana podrá poner en marcha el diálogo constructivo plasmado por Francisco en Fratelli Tutti, Claro que para eso deben abandonar el rol de “opio de los burgueses argentinos” que compromete a amplios sectores de sus sacerdotes.
Si la justicia argentina quiere realmente recuperar su imagen de equidad como pretende insinuar en la película 1985, -más allá de la valiente actitud de algunos integrantes solitarios- debería arrepentirse y pedir perdón por su participación de forma institucional con las aberraciones jurídicas de más de dos décadas. Sólo esa actitud puede terminar con el proceso que ha destruido la justicia transformándola en un grotesco títere de las corporaciones argentinas.
La verdadera democracia
Siempre se ataca al peronismo como un pensamiento político poco democrático, medio fascistoide o corporativo. Sin embargo, la realidad histórica es muy distinta El peronismo es el que realmente puso en marcha una democracia republicana que terminó con la democracia fraudulenta que trastocando las buenas intencionalidades del Yrigoyenismo se había transformado en una herramienta de dominación colonial al servicio de Inglaterra.
Una sola cifra será elocuente para establecer esa instalación de una nueva democracia hecha por el Peronismo que terminó con la vergonzosa época del fraude electoral de la Década Infame. En 1946, cuando Perón fue elegido por mayoría absoluta, presidente de la Nación por primera vez, contaba con el derecho al voto poco más del 20% de los habitantes del país; es decir, se pronunciaba por ley, menos de uno de cada cuatro argentinos. El padrón de aquella elección era de 3.405.173 ciudadanos habilitados para sufragar, en tanto la población (el Censo Nacional de 1947 arrojaría 15.293.227 habitantes) podía calcularse, de acuerdo con la interpolación entre censos y a la tasa de crecimiento estimada, en, aproximadamente, 15.350.000 personas. El porcentaje de los empadronados era de 22,2%. Cuando el gobierno peronista fue derrocado por la contrarrevolución oligárquica de 1955, votaban más de tres de cada cinco habitantes: arriba del 60%. ¿Cómo se logró esto? ¿De qué manera fue posible ampliar tan explosivamente la base decisoria de la democracia argentina? Brevemente podemos citar —de una enumeración que sería mucho más extensa— algunos hitos:
—Ley 13.010, del 9 de septiembre de 1947 (promulgada el 23 de ese mes), concediendo el voto femenino;
—Provincialización de Territorios Nacionales, donde no se votaba por no ser Distritos Electorales; leyes 14.037, del 20 de julio de 1951 (provincialización de La Pampa y Chaco), 14.294, del 10 de diciembre de 1953 (provincialización de Misiones), 14.408, del 28 de junio de 1955 (provincialización de Formosa, Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz; Tierra del1955 (provincialización de Formosa, Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz; Tierra del Fuego y los territorios insulares formaban, con Santa Cruz, la provincia de la Patagonia). No quedaban territorios Nacionales a la caída del gobierno peronista en 1955, el único que existe hoy día (Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur) fue creado en marzo de 1957, segregándolos de la hasta entonces provincia de la Patagonia;
—Ley 13.012, del 10 de septiembre de 1947, otorga el voto a los suboficiales del Ejército negado por la ley Sáenz Peña;
—Ley 14.032, del 16 de julio de 1951; establecimiento de una reglamentación completa del acto eleccionario, desde la confección de padrones hasta la proclamación de candidatos electos (conformación del Cuerpo Electoral de la Nación; actualización automática del Registro de Electores; escrutinio primario en la mesa del comicio; presencia de los fiscales partidarios en el recuento primario; escrutinio definitivo a cargo del Tribunal Electoral, creado al efecto; régimen electoral por circunscripción para la elección de Diputados Nacionales; elección directa de Senadores, Presidente y Vice —según lo establecido por la Reforma Constitucional de 1949—; custodia de los comicios por las Fuerzas Armadas, como se había experimentado en 1946, por primera vez, etc.).
Toda esta legislación, como la contenida en la Reforma del ’49, tendiente a eliminar trabas a la elección directa de los candidatos —unificación de mandatos de Senadores y Diputados, abrogación de rentas e ingresos especiales para acceder a cargos electivos, reelección presidencial (extirpando la proscripción a la voluntad popular impuesta en 1853), derechos políticos de extranjeros nacionalizados automáticamente (salvo expresa manifestación en contrario del beneficiado), posibilidad de los clérigos regulares de ser electos, explicitación del derecho de reunión, etc.—; y el fortalecimiento de las organizaciones sindicales y de las asociaciones intermedias (sociales, barriales, etc.); llevó a una estructuración democrática amplia, eficiente, representativa de la voluntad popular, opuesta al criterio “elitista” de la democracia como sustentadora de privilegios de un grupo oligárquico detentador del aparato económico, del monopolio cultural y del poder político.
Como podemos apreciar la democracia republicana rebuznada por Lilita Carrió y todo el radicalismo actual entregado en su mayoría a la derecha entreguista macrista, fue en realidad una obra del peronismo. Entonces, ¿de dónde viene la leyenda de autoritarismo con lo cual se lo ataca?
La Comunidad Organizada: la democracia moderna
Es que para Perón ese esquema de participación democrática era una respuesta muy acotada a las potencialidades culturales de los pueblos del siglo XX. Instrumentó entonces la idea de la Democracia Integrada fomentando un acuerdo nacional de todas las fuerzas sociales y políticas del país para crear un modelo de Nación en términos estratégicos con una mirada ideológica lo suficientemente amplia para abarcar toda la diversidad de los partidos políticos argentinos.
Sobre ese compromiso estratégico de Nación sintetizaría los principios fundamentales sobre los que proponía incorporar en una acción creativa a todo el pueblo en una democracia autodeterminante inédita para la época. Propondría a su pueblo participar en la construcción de la República ampliando los ámbitos de acción ejecutiva del gobierno a las Organizaciones Libres del Pueblo para luego sobre los mismos principios planificar los compromisos tomados para abrirlos a toda la comunidad. Esa era la finalidad de los planes quinquenales.
Pero cuando Juan Perón colocó en el preámbulo la constitución de 1949 los principios de la nueva democracia popular que se sintetizaban en las tres banderas de justicia social, soberanía política e independencia económica, lejos de entender los mecanismos de una nueva forma de
participación ciudadana los partidos políticos opositores se opusieron férreamente entendiendo que era una imposición partidaria.
El peronismo tiene un Partido por circunstancias históricas, pero en realidad es un movimiento que propugna la construcción de una nueva democracia. La oposición partidaria al peronismo fue utilizada por la oligarquía para destruir a la única expresión democrática con posibilidades reales de liberar al país.
Perón en su momento denunció la utilización de las viejas estructuras partidarias liberales como una herramienta de los países desarrollados que ocultando sus propios acuerdos nacionales como la base fundamental de sus expresiones institucionales, exportaron un modelo de democracia idealizada, sin vínculo ni respeto por las características históricas y culturales de cada comunidad. Un modelo “llave en mano” que lo único que provoca es la disolución política de los países en vías de desarrollo para poder ser dominados por los apetitos imperiales.
El verdadero enemigo; la democracia colonial
Hoy las formas de dominación colonial han cambiado y el peronismo enfrenta por primera vez una herramienta de dominación sofisticada y sutil. Hoy existe una democracia colonial que impide el desarrollo y elevación de la cultura social del pueblo generando un ciudadano infantilizado, manipulable, egoísta e indiferente.
Un hombre niño mantenido por un sistema de participación ciudadana que estimula un tabicamiento individualista impidiendo el desarrollo de cualquier clase de cultura social. Para ello genera una relación hacia el ciudadano que impide su compromiso y desarrollo autodeterminante. Las luchas políticas son ordenadas desde visiones ideologizadas sostenidas por una dirigencia con posiciones vanguardistas que se expresan cómo iluminados esclarecidos o CEOS profesionalizados siempre a espaldas de los pueblos a quienes sólo conceden una participación electoral y distante.
Este verticalismo asfixiante permite el desarrollo de las nuevas formas de dominación colonial basadas en una manipulación informativa que actúa disociando e impulsando un enfrentamiento interno que garantiza la división e impide el diálogo entre argentinos.
Todo sostenido por una espectacular industria del entretenimiento que mantiene una irrealidad artificial que alimenta y satisface las capacidades culturales crecientes de las comunidades provocadas por la evolución tecnológica, alimentándolas con distracciones de todo tipo y con una enorme industria audiovisual.
Hoy la lucha del Movimiento Nacional es hacer visible esta nueva forma de dominación plasmada en una democracia colonial y ofrecer una alternativa que permita el desarrollo de una nueva forma de participación ciudadana sostenida justamente en el crecimiento de la cultura social del pueblo y el desarrollo de solidaridades crecientes que vayan generando la necesidad orgánica que desplace el egoísmo individualista y sectorial de las instituciones liberales.
El mundo actual conflictivo y acelerado necesita un mayor compromiso social y una democracia renovada que permita la elevación de las solidaridades sociales generando un proceso madurativo y creciente de la confianza ciudadana y la profundización de los procesos de unidad nacional. La complejidad creciente y el aceleramiento de los procesos políticos y sociales exige una democracia que haga madurar al conjunto institucional Las futuras democracias sólo podrán enfrentar las complejidades crecientes con una maduración colectiva de su comunidad, sus dirigentes e instituciones.
La democracia liberal es una garantía de disolución política, generando una grieta y manteniéndola permanentemente. La política es una lucha ideológica donde la comunidad está ausente ya que la participación a través de representantes pensada para hace dos siglos es hoy una forma participativa que impide incluir las potencias creativas que el ciudadano actualmente
posee.
La democracia alfonsinista, el sueño cumplido de la Revolución Libertadora de 1955
La muerte de Juan Perón abrió las puertas a la liberalización del movimiento nacional con una enorme defección de la dirigencia peronista que por incomprensión abandonó el sueño de la Comunidad Organizada y de la Democracia Integrada. De esa manera las fuerzas antipopulares pudieron construir su sueño de democracia colonial con Alfonsín recitando el día de su asunción en el Cabildo, el preámbulo de la constitución de 1853. El sueño de la Revolución Libertadora (fusiladora) de 1955 estaba cumplido.
La dictadura genocida impuso el liberalismo acérrimo, pero se fue desgastando políticamente en su plan de represión criminal y la locura de la guerra de Malvinas la terminó por extinguir. Pero claro, ante la defección de la dirigencia peronista siempre quedaba el recurso de poner en marcha la democracia colonial impulsada por las fuerzas políticas que protagonizaron los vergonzosos 18 años de proscripción del movimiento nacional. El advenimiento de la democracia tan cacareada por el radicalismo como el inicio de una nueva era (que se atrevieron dentro de su delirio de caracterizar como el Tercer Movimiento histórico: Yrigoyen/ Perón/ Alfonsín) fue en realidad una retirada estratégica de los poderes antinacionales que ante el agotamiento de la dictadura desempolvaron a la vieja democracia liberal.
Pronto quedaría demostrado que con la democracia liberal no se cura, no se come, ni se educa y luego de la caída del ministro de economía Bernardo Grispun daría comienzo la liberalización de la economía argentina continuando la tarea de Martínez de Hoz ahora con el respaldo del voto popular. Ante la estruendosa caída del Tercer Movimiento Histórico que ni siquiera pudo terminar su mandato, el proceso continuaría con la complicidad del peronismo, con Menem y la Alianza y que estallaría en mil pedazos en la crisis del 2001.
El advenimiento de Néstor Kirchner y Cristina puso el Estado al servicio de las tres banderas históricas del peronismo recuperando su mística transformadora. Claro que el respeto sobre las formas de construcción de poder político liberales impidieron la movilización popular que podría brindar el poder necesario para sostener el proceso de transformaciones anticoloniales.
Los peronistas celebramos la caída de la dictadura militar donde la resistencia obrera de la mano de Saúl Ubaldini fue un elemento de presión fundamental. Sin embargo, sabemos que la democracia liberal puesta en marcha a su caída, está lejos de ser una herramienta de liberación sino que es una nueva forma de dominación colonial que termina en una plutocracia sin presencia popular.
Solo la implementación de un acuerdo fundacional entre todas las fuerzas políticas y sociales del país y el ordenamiento de las fuerzas creativas de la comunidad en un poder ejecutivo ampliado puede desarrollar un proceso de Unidad Nacional como único punto de partida para lograr la liberación del país. El sueño de una democracia moderna popular y participativa esbozado en el Modelo Argentino sigue vigente y su actualización a la coyuntura actual es el único camino para evitar la disolución de la patria.